En Aguascalientes, la ciudad más taurina del mundo entero donde los milagros ocurren cada día, una tarde de toros única, irrepetible en esencia y con la emoción que conmovió a las más de diecisiete mil personas que asistieron a la plaza, es ya parte de la historia romántica del toreo en esta bendita tierra conocida como “La Tierra de la Gente Buena”. Cuando el ser humano llega a imaginar, inocentemente, que ha visto todo, es porque no estuvo el pasado lunes 30 de mayo en la plaza de toros Monumental de la ciudad mexicana, donde Sebastián Castella nos dio una lección de que en la vida, la perfección siempre es mejorable. Un marco donde su faena quedará en la memoria de todos los que fuimos privilegiados de observar cómo el torero francés hizo del toreo un poema escrito en el viento con arena hidrocálida proveniente de sus mágicas muñecas, esas que nos hacen ver cada vez que viste de luces, su tan particular difícil facilidad para torear. Lo único que falta en este Aguascalientes es que Dios pueda inventar un concepto divino que sea digno de aplicarlo al indulto de Castella, porque lo hermoso, excepcional, mágico y divino, no es siquiera el inicio para definir la totalidad de su trasteo a ese toro de nombre “Amor Lindo”…
Por Alejandro Román