El Callao tuvo una y muy especial plaza de toros. Este coso ocupo el lugar en que hoy existen la serie de casitas mandada construir por la Beneficencia Pública del Callao, cerca del desaparecido Hospital Guadalupe; y la parte cercana, del que en algún momento ocupo el Jardín Schiantarelli. Hasta comienzo de los 900, todavía se exhibían los tapiales y muro de dicha plaza de toros, como un recuerdo de lo que fue. En esa plaza se dieron corridas muy notables, por diestros de “gran copete”, y toros de reconocida bravura. La entrada era una bicoca… un real a 2da. Y cinco reales a 1era. ¡¡¡Que tiempos!, ¡¡¡Hoy se paga fuertes sumas, se calienta la mollera hasta ponerse roja, y, paga una “sentada padre” viendo torear carneros y chivatos!!! Como ciertas instituciones públicas como: Municipal y Beneficencia andaban de mala situación de fondos, se valía de erogaciones y medios honestos para
hacer frente a su presupuesto. Así la beneficencia Pública del Callao, en el año 1861, mando construir la plaza, para la lidia de ganado en el lugar arriba mencionado. Este coso muy irregularmente trabajaba, ya sea por la falta de diestros, ganado y por quien se hiciera de las finanzas correspondientes, ya que la Beneficencia daba el local por condiciones tales que, le produjese fondos a fin de atender gastos institucionales. Así siguió funcionando hasta 1878 y después volvió al decaimiento, hasta que se convirtió en jardín Schiantarelli y lugar de residencia, que mando construir la Beneficencia para ser habitados por los empleados municipales; por eso se llamo “Barrio Municipal” ó también conocido como “Barrio Garibaldi”. Tal vez, para muchos chalacos, le es raro escuchar sobre el Hospital Guadalupe, el cual existió al final del paseo Garibaldi, el cual fue destruido para dar pase a la conexión de la entonces nueva avenida Dos de Mayo con la avenida Guardia Chalaca. Para mayor información, aquí una breve reseña histórica: “En 1832 los padres descalzos Fray José Ramón Rojas (padre Guatemala) y Fray José Martín Prieto construyen junto a la capilla y anexo a ella un pequeño hospital con seis…camas, al cual bautizarán con el nombre de
Guadalupe y que de manera caritativa empezará a atender a los enfermos del Callao, en especial a marineros que arribaban al puerto, sosteniéndose con las limosnas de la feligresía porteña. El 16 de junio de 1850, fue ampliado el hospital, albergando 20 camas, por tal motivo, fue reinaugurado. Por el año 1861 se inauguro el paseo Garibaldi, por tal razón el hospital fue trasladado al final de dicho paseo y vuelto a fundar el 8 de diciembre de 1865; en donde permaneció hasta que fue destruido por los años 60’, para dar pase a la conexión de la recién inaugurada Av. Dos de Mayo, y, conectarla con el ovalo de la Av. Guardia Chalaca. En la cuadra de Paz-Soldán, existió una antigua caballeriza (1897) con el nombre clásico de “El Caballo Negro”. Allí se instalo una pequeña plaza de toros, de propiedad de un señor Montani. Este fue muy aficionado a la suerte de “cuchares” y en 1892, hizo su debut en la plaza de Acho. Nuestra historia de Tauromaquia, ya tiene inscrito como torero a un joven Montani, será descendiente del señor Montani, del “Caballo Negro”?. A mediados de la estación de verano del año 1865, se celebraba la fiesta taurina, en la plaza de toros del Callao, en la que, con la concurrencia de un batallón del ejército, daba mas animo a la fiesta, porque los despejos era muy del agrado del público. Allí se veía la agilidad del soldado para la lucha a la bayoneta, su movimiento por batallón y por compañías; al toque de cornetas unas veces, y otras en ataque con arma blanca, solo se sentía un rumor insignificante, que se llamaba al “compas de la muda”, era unisonó, cada soldado parecía estatua en su firmeza y en sus movimientos rápidos, seguros, eran hombres resorte, sin un solo desacierto. De allí que, cada vez que se anunciaba la corrida de toros con despejos, la concurrencia era enorme, especialmente de la juventud de aquella época, a quien tanto agradaba el ser militar. Esa tarde que se hacia la corrida de toros había, pues, juego de esgrima, música y toro ensillado. La cuadrilla estaba compuesta de los toreros Arredondo, Ortiz, Monteblanco, Juan García, Juan De La rosa Asin, Jorge Asin y Antonio Romero, haciendo de banderillero el célebre “Pichilin”. Dirigía la cuadrilla Arredondo, que recibía al toro muy bien enjalmado; para dar muestra de su serenidad y valentía ante el público, mientras lo capeaba, se ponía a fumar un cigarro; el toro ensillado lleno de banderas de las naciones y con fuegos artificiales en su cuerpo, que lo enfurecía al toro y lo hacia recorrer la plaza alocadamente. ¡Hay del infiel torero que pescara en su carrera, era alma de la otra vida! Los toros que les llamaban “Asines”, los soltaban con los ojos vendados y el matador Juan García, también se vendaba los ojos para mandar al matadero a su toro. De cómo salió esta temeridad, no podría contarles, pues el cronista no nos da cuenta de ello. Además se lanzaban globos de papel y a cierta altura derramaba mixtura sobre la concurrencia de la plaza, como complemento a tan deliciosa tarde.