Por: Antonio Torres Rueda
El último toro de Joselito en Madrid, 15 de mayo de 1920. Un día antes de Talavera.
“Aquel fenómeno, conocedor de las condiciones, de las querencias, de los resabios de los toros como
nadie, que se llamó Joselito, en una ocasión, y en la última faena en la plaza de Madrid, por olvidarlo, fracasó en un empeño en el que estoy seguro que puso para conseguirlo todo su amor propio. Un critico taurino de muchas campanillas y competencia, en uno o varios artículos, que a través del público dirigía con la intención a Joselito, sostuvo que a los toros, o a muchos de ellos, debía de toreárselos en los medios. José, que había recogido la dedicación de aquellos artículos, quiso, sin duda, demostrar que él los toreaba en cualquier terreno, y en su segundo toro de aquella corrida, previo brindis a dicho revistero, brindis que quería decir: “Ahora va usted a ver que bien los toreo yo en los medios”, ordenó que le corriesen el toro a dicho terreno. Tenia el animal nervio manso y querencia a proteger su mansedumbre en las tablas. José no lo vio, sin duda (no hay nadie infalible), y, en efecto, se lió en una faena bronca, en la que el toro le fue comiendo el terreno, hasta terminar en el tercio. Que es donde debió haberla empezado. En el tercio, y toreándolo para fuera. Hizo todo lo contrario, y fracasó. Sin duda, José, a los dos muletazos, se dio cuenta de su equivocación; pero su amor propio le hizo obstinarse en el yerro. Esto le ocurrió a aquel clarividente conocedor del toreo ¿ Qué no lo ocurrirá a muchos, que no tienen su excelsa categoría?.
En efecto; yo opino, en mi modesto parecer, que a muchos toros se les debe torear en los medios, porque allí pierden querencias, cuando no son muy acusadas, y todo el terreno es del torero. Pero José tuvo la desdichada resolución de hacerlo con un toro nada propicio para ello. Quizás lo hiciera para mostrar así, con la dificultad, su omnímodo (en su creencia) poder y facultades. Pero como siempre hay un toro que puede (uno o varios) con el torero mas pintiparado, aquel pudo con José en aquel empeño. Y el público asió la ocasión por el copete, para cobrarse los intereses de muchos años de aplausos y homenajes, y lo hizo con usura, en una bronca, en cierto modo, injusta y despiadada. Fue lapidado simbólicamente a almohadillazos, y lo mismo lo hubiera sido auténticamente, si hubiera habido, al efecto, piedras suficientes a mano.
José, al pie de la barrera, arrojó espada y muleta al suelo, en último impulso de rebeldía, de amarga rebeldía. Al día siguiente lo mataba un toro en Talavera de la Reina. ¿ tal vez otro toro con el que se equivocó?” Julián Cañedo.