Representan un elemento central de las fiestas patronales que, a su vez, operan como mecanismos
integradores y de cohesión social y cultural.
Las corridas de toros son un espectáculo de masas que no generan manifestaciones violentas, ni actos
vandálicos, agresivos o de fuerza dentro o fuera de las plazas de toros. No fomentan, por tanto, una cultura
de violencia entre los jóvenes, como se pretende afirmar. Fomentan, más bien, valores y capacidades
humanas como la valentía, el heroísmo, la superación ante las adversidades, entre muchas otras.
Una serie de normas ordenan el espectáculo taurino. Así, este se constituye en una liturgia que pone de
manifiesto el respeto hacia el toro de lidia y la nítida metáfora que supone un rito en el que el hombre busca
imponerse ante la muerte a través de la creación estética y artística.
Pretendemos que se respete la libertad y el derecho de todos a asistir o no a las corridas de toros y de inculcar
a nuestros hijos la cultura taurina que algunos consideramos poseedora de un hondo contenido simbólico y
artístico, que es formativa y que busca la sensibilidad profunda del espectador.
Asimismo, respetamos a quienes no disfrutan de la fiesta brava y cuya sensibilidad, entendemos,
no les permite apreciarla.
Del mismo modo, no aceptamos la intolerancia de quienes propugnan su prohibición. Rechazamos todo intento
por abolirla y restringir su desarrollo, así como cualquier actitud que pueda liquidar esta tradición que,
como todas, evoluciona por sí sola y que perdurará mientras los pueblos sigan apreciando su contenido y
su estética.
Los espectáculos taurinos han sido reconocidos por el Tribunal Constitucional del Perú en mayo de 2011.
El Tribunal precisa que no se puede alegar la afectación a derecho constitucional alguno por la sola oferta
de dichos espectáculos mientras no se coaccione la asistencia a ellos.
Es deber del Estado promover y difundir el arte y la cultura, y no, como pretenden ciertos sectores intolerantes,
proscribirla con argumentos falaces.