José Manuel Arroyo, Joselito, escribe su libro, titulado "Joselito, el verdadero" donde desgrana y desmenuza, por primera vez, los episodios más importantes, pero sobre todo más duros, de su vida.
José Miguel Arroyo cuenta en su libro su relación con el resto de toreros que compartían plaza y profesión. De Jesulín de Ubrique cuenta que era "chabacano, pero un excelente relaciones públicas. "Francisco Rivera y yo somos muy parecidos, nos retábamos continuamente, es un buen amigo mío", dice. Con quien más diferencia ha mostrado siempre era con Enrique Ponce. "Tenemos formas de ser muy diferentes, nunca nos entendimos".Los toreros, además de ser personas muy creyentes, suelen ser también supersticiosos. José Miguel Arroyo “Joselito” afirmaba siempre no serlo con total rotundidad, pero un día cambió de opinión. ¿Quieren saber por qué?
El día 15 de mayo de 1987 estaba anunciado en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, en el primer festejo de la Feria de San Isidro. Sus compañeros de cartel eran Curro Vázquez y Pepín Jiménez, y en los chiqueros esperaban los toros de Peñajara.
“Joselito”, cuando toreaba en el coso venteño, tenía la costumbre de
vestirse de luces en su propia casa, ubicada en la calle Santa María de la Cabeza. Durante las horas previas al festejo, Adela, su madre adoptiva, le preparó la habitación, y completamente ajena a las típicas supersticiones taurinas, colocó la montera sobre la cama. El mozo de espadas, que de inmediato se percató del detalle, corrió veloz hacia la cama y colocó la montera en un lugar menos desafiante. “Joselito”, sin dar mayor importancia a la situación, explicó a ambos que no era supersticioso, y que por lo tanto le daba igual donde estuviera la montera.
Aquella tarde, su primer toro, de nombre Limonero y de 697 kilos, le propinó una tremenda cornada en el cuello, que a punto estuvo de costarle la vida, al ejecutar el primer lance con el capote, y como consecuencia de la fuerte voltereta sufrió la fractura de la clavícula izquierda. Afortunadamente todo quedó en un tremendo susto, volviendo a los ruedos pasados dos meses.