lunes, 21 de noviembre de 2016

El toro bravo "El Rey de la Fiesta"





No, la corrida de toros no manifiesta cualquier cruel indiferencia hacia la vida y el sufrimiento. Al contrario, es portadora en sí misma de una ética coherente y respetuosa con los animales.
La corrida es, pues, lo contrario de la barbarie porque se sitúa a equidistancia de dos barbaries opuestas. Si el combate fuese igualitario, su práctica sería innoble para el hombre puesto que el valor de la vida humana se vería reducido al del animal -como en la formas de barbarie antigua que eran los juegos del circo romano.
Si el combate fuese desleal, su práctica sería innoble para el toro, puesto que el valor de la vida animal se habría reducido al de una cosa -como en la barbarie moderna que suponen las formas extremas de ganadería industrial-.
Sólo tiene el derecho de matar al toro quien acepta poner en juego su propia vida.
La corrida no consiste en matar una bestia. Es todo lo contrario. La corrida, como su propio nombre indica, consiste en dejar al toro correr, atacar, embestir. Afrontar un animal desarmado, inofensivo o pasivo sería propio del matadero. La ética de la corrida consiste en dejar que la naturaleza del toro se exprese. Doblemente: en su vida, en su muerte.
Las corridas de toros han inspirado a los mayores artistas y a muchos teóricos, pero hasta ahora nadie
se había aventurado a filosofar sobre ellas. Ése es el desafío que ha aceptado Francis Wolff. Al leerlo, se entiende que las corridas de toros, por tener relación con los valores éticos e inspirar una nueva definición del arte, son un magnífico objeto del pensamiento.
Las corridas de toros son una lucha a muerte entre un hombre y un toro, pero su moral no es la que se cree, pues ninguna especie animal vinculada con el hombre tiene una suerte más envidiable que la del toro, que vive con total libertad y muere luchando. Las corridas de toros son también una escuela de sabiduría: ser torero es una forma de estilizar la vida propia, exhibir el desapego respecto de los azares de la existencia y prometer una victoria sobre lo imprevisible. Además, las corridas de toros son un arte. Dan forma a una materia bruta, la embestida del toro; crean belleza con su contrario, el miedo a morir; y exhiben una realidad que las demás artes sólo pueden soñar.
El respeto por el toro en la plaza consiste en comprender esta voz que habla y finalmente hacerla cantar, en hacer pues una obra de arte con esa embestida natural y con su propio miedo de morir.

Fuente; FILOSOFÍA DE LAS CORRIDAS DE TOROS por Francis Wolff

Andres Roca Rey