miércoles, 23 de diciembre de 2020

Historia Taurina Peru y el Mundo

1946 Toros de La Viña Juanito Belmonte Campoy, Manolete y Carlos Arruza



MANUEL Solari Swayne tenía un sueño, y el tiempo de éste era octubre, 1946. Un año antes ya había logrado, a través de intensa campaña en la página "Toros y Toreros" de El Comercio, que se ampliara el viejo coso de Acho hasta dimensiones que le permitieran temporadas mayores, esto según criterios arquitectónicos que no traicionaran la estética histórica de la plaza rimense y su viejo maderamen templado a pulso por Belmonte. Fernando Graña Elizalde acogió el proyecto de Alejandro Graña Garland y se amplió Acho con hermosa coherencia. Otras opiniones creyeron necesaria una nueva plaza, la imposible Monumental de Chacra Ríos, hoy casi ex coliseo Amauta y hogar de todos los vientos posibles. En Acho, el nuevo aforo prometía más de diez mil almas en espera de feria.
Dos criterios principales manejaba Solari para la creación de la feria. Dos criterios y una revelación
místico taurina. En primer lugar, el criterio de la tradición. Octubre, mes morado, religioso y costumbrista, permitía conjunción de atmósferas propicias al rito taurino, aparte de calorcillo moderado y meteorología primaveral idónea para la lidia y muerte de toros bravos. Solari, "de profesión limeño" como decían quienes le conocieron, imaginaba guirnaldas en los balcones, actuaciones folclóricas en el Campo de Marte, iluminación de las iglesias de Santa Liberata y el Patrocinio, banderolas en la plaza, y un Paseo de Aguas de gala en una ciudad entonces coqueta y orgullosa, y que hoy atraviesa expectante mutación.
El segundo criterio era lo que él mismo llamaba "el tirón del verano". Hasta entonces, verano de 1946 incluido, las temporadas taurinas en Lima se daban durante la canícula. Solari había advertido que muchas veces la refrescante oferta playera de Lima ganaba a la afición, quien lo pensaba dos veces antes de someterse a largas jornadas de transpiración rimense en nombre del arte taurino. Calor que, obviamente, también afectaba a toro y torero.

Y la revelación se llamó Manolete.
En la temporada de marzo del '46, a pesar del pobre desempeño del ganado de La Viña y de La Punta, la sola presencia hierática y grave de Manolete caló en la afición de Acho con tal hondura y melancolía que Solari Swayne, ya firmando Z.M., que como bien se sabe era Zeñó Manué, registró y engalanó por escrito, distinguiendo al cordobés por encima de sus más que ilustres alternantes, Domingo Ortega y Juan Belmonte:
Una tarde, con una luz de oro y de violeta. Manolete me recordó al campanario de la Mezquita de
Córdoba. Ahora al revivir su imagen y su acento -tiene algo de aquellos santones góticos españoles policromados en madera-, y en su discurrir por la arena, que lo hace a manera de hidalgo que sienta cátedra, un sonido alto y hondo como el de ciertas campanas, se me repite la hermosa similitud. Y no creáis que es pura metáfora. Tengo para mí que si un hombre y un monumento responden a instantes similares, pueden tener semejante la expresión. Al redactar estas líneas tiemblan en el viento tres pensamientos de Federico García Lorca -engastados en dos distintos romances- que son como una bella profecía de la existencia del extraordinario lidiador. Dicen "Córdoba lejana y sola". "Córdoba de arquitectura", "Celeste Córdoba enjuta". Y el genial poeta con tres transparentes pinceladas, pintó como nadie el secreto y el alma de la ciudad de las ermitas. Lejana y sola, arquitectónica, celeste y enjuta. Así es Córdoba. Y así es Manolete. Lejano, solo y arquitectónico en su arte. Pálido y enjuto en su figura.

Manolete es un revolucionario y no sólo por su aportación negativa del torero perfilero, sino, lo que es más importante, por lo que revuelve, retorna, camina, hacia la raíz, sin borrar la Historia, sin arrojar de sus manos las flores, cuyas semillas sembraron quienes le precedieron, sin prescindir de la serena claridad de Ortega, ni de la cercanía conquistada por Belmonte. Manolete ama sobre todo la verdad -la verdad de lidiar parando, mandando y templando- pero la prefiere próxima al peligro y expresada elegantemente. Carece de la suavidad del castellano, ese como ritmo sinfónico que envuelve y del que despierta la insigne muleta del borojeño y de la abierta y desgarrada tragedia de Belmonte... así pienso yo que este es extrovertido y el Califa se sorbe el drama para sí mismo como si ese fuera -y más tarde fue- su destino. Pero me atrevo a afirmarlo pese a que no le ha salido un toro que le permitiera torear a gusto y lucirse plenamente, cita más cerca que el Trianero y se queda más quieto que el brillante de Bórox.
La empresa en ese entonces regida por el ganadero y aficionado Fernando Graña decidió instaurar la Feria del Señor de los Milagros, llamada Feria de Octubre a secas en el primer cartel.
Fuente: CARETAS:PE


Francisco Pizarro. En las cortes fue recibido por el rey como... Bienvenido impávido torero.

LA PRIMERA CORRIDA DE TOROS QUE SE LIDIÓ EN LIMA


Este 18 de enero, Lima cumple 485 años de fundación española, donde los peninsulares dentro de sus
costumbres y juegos de regocijo nos traen este espectáculo más bonito y de honda tradición como es la Corrida de toros. Para esto traigo hacia ustedes algunos tópicos de distintos tradicionalistas peruanos para darles a conocer la primera Corrida de toros que presenciaron los limeños.
Fue el día lunes 29 de marzo de 1540, segundo día de pascua de resurrección, día en que se celebraba también la consagración de óleos, que estuvo a cargo del obispo Fray Vicente Valverde. La corrida Se 
efectuó en la plaza mayor de Lima, la cual presentaba todos sus contornos completamente ocupados por un gran gentío, que por primera vez presenciaban un espectáculo de esta naturaleza. La corrida empezó a la una de la tarde, y en ella salieron tres toretes de la ganaderia de Maranga. En esta primera jugada de toros que se realizaba en el Perú, participó el fundador de Lima, El Marqués don Francisco Pizarro, el cual a caballo mató el segundo toro a rejonazos, en medio de la más grande espectación de los concurrentes. Francisco Pizarro fue un diestrísimo picador y rejoneador a caballo, en consecuencia es pues el fundador de Lima el primero que lidio toros en el Perú.



La escasez de ganado hacía imposible el que se efectuasen jugadas de toros con mayor frecuencia. La plaza mayor de Lima en años anteriores fue el lugar más aparente para estas fiestas, porque además se realizaban también jugadas en las plazas de Santa Ana, Santo Domingo; al rededor de la plaza se construían tablados y galerías. El pueblo ocupaba andamios en el atrio de la catedral y portales, el toril estaba ubicado en la esquina de judíos. El Virrey ocupaba su asiento bajo dosel, en la galería de palacio. En el templador se castigaban a los toreros que desobedecían al juez o faltaban el respeto al público.



En el año 1701 se imprimió por primera vez cuartillas de papel con los nombres de los toros de las ganaderías o haciendas, así, por ejemplo, se leían los siguientes nombres de los toros:
"El Invisible" retinto de Bujama
"Florido" capirote de Palpa.
"el deseado" alazán tostado
"Ají seco" de Lima tambo etc. etc
El cabildo de Lima ofrecía un valioso premio para la ganadería que presentara los mejores toros de lidia, y el pueblo se encargaba de dar su fallo cada tarde, motivo por el cual existía gran rivalidad entre los ganaderos para que sus toros presentaran gran bravura y poder, y dieran mejor pelea.
Las mejores corridas que se dieron en la plaza mayor de Lima, fueron con motivo del advenimiento de Carlos IV al trono español y la entrada al mando de los virreyes O'higgin, Aviléz, Abascal, y Pezuela. Durante varios años se daban corridas de toros en la plaza mayor de Lima como en la plaza de Acho, debido a que muchas veces se efectuaban festejos en las dos plazas a la vez, y ambas con excelentes entradas. De estos datos consignados por nuestro gran tradicionalista don Ricardo Palma, se desprende que las fiestas de toros en el Perú, se inician a los cinco años de establecido Pizarro en Lima, pues esta fue fundada  por él un 18 de enero de 1535, porque según lo anotado anteriormente, Pizarro organizó la primera corrida el día lunes 29 de marzo de 1540, o sea que a la fecha, Lima hace 4B0 años que presencia corridas de toros casi sin interrupción, prueba por demás concluyente que 
esta fiesta que es la más bella y emotiva de todas, y está profundamente arraigada en el sentimiento mismo de los peruanos.
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Andres Roca Rey